Ya no tengo porque esconderme,
aunque sepa que me buscas,
que mi nueva vida esta compuesta por un campo de flores silvestres,
dejando atrás ese jardín con sus flores comunes,
que ya no me decían nada...
que me ataban encerrándome en sus cuatro vallas,
limitándome a respirar esos olores,
cuando mi olfato quería oler otros aromas,
otros perfumes...
aunque sepa que me buscas,
que mi nueva vida esta compuesta por un campo de flores silvestres,
dejando atrás ese jardín con sus flores comunes,
que ya no me decían nada...
que me ataban encerrándome en sus cuatro vallas,
limitándome a respirar esos olores,
cuando mi olfato quería oler otros aromas,
otros perfumes...
Porque tu cuello ya era empalagoso
y mi campo libre ahora huele tan bien...
que me quedaría hasta que se cansase,
de las inseguridades de mis pasos,
sobre su arena,
y de que arranque sus flores,
con mis huellas, en días de lluvia,
para dárselas a cualquiera...
y mi campo libre ahora huele tan bien...
que me quedaría hasta que se cansase,
de las inseguridades de mis pasos,
sobre su arena,
y de que arranque sus flores,
con mis huellas, en días de lluvia,
para dárselas a cualquiera...
Yo sé que ese campo libre,
pero solitario necesitaba vida,
descolocar su fondo,
con una nueva semilla,
dejando salir aquella flor perenne que,
llegó para quedarse.
Prometió que sus pétalos no volverían a caer jamás,
dejando de ser rosa,
para convertirla en el más bonito tulipán,
dejándola crecer
y fijando sus raíces sobre él.
pero solitario necesitaba vida,
descolocar su fondo,
con una nueva semilla,
dejando salir aquella flor perenne que,
llegó para quedarse.
Prometió que sus pétalos no volverían a caer jamás,
dejando de ser rosa,
para convertirla en el más bonito tulipán,
dejándola crecer
y fijando sus raíces sobre él.
Y como ves,
ya no me escondo de haberte superado,
de que mis desayunos están más ricos,
desde que no me los preparo yo.
Sentada en esa silla,
teniendo las mejores vistas, frente a mis ojos,
mientras le doy un sorbo a ese café,
escuchando el susurro airoso de su voz,
que roza con las hojas de sus arboles,
diciéndome...
"quédate para quererte".
ya no me escondo de haberte superado,
de que mis desayunos están más ricos,
desde que no me los preparo yo.
Sentada en esa silla,
teniendo las mejores vistas, frente a mis ojos,
mientras le doy un sorbo a ese café,
escuchando el susurro airoso de su voz,
que roza con las hojas de sus arboles,
diciéndome...
"quédate para quererte".